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La memoria de una comunidad.

Friday, March 03, 2006

Kehilaton Article: SPANISH

This week's entry is found below. I decided to discuss my own grandparents' story and the real-deal version can be found in an oral history relayed through me by my grandmother, the late Wilma B. Reich.

"Mosaics: The Story of Her Life," is part of the anthology edited by Marjorie Agosin, published by Ohio University Press, entitled: "Taking Root: Latin American Jewish Women Writers.
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YO TAMBIEN CUENTO
por Jessica P. Alpert

Miembros fuera y dentro de El Salvador están interesados en las historias de nuestros antepasados así como amigos, vecinos, y familiares. Esta serie de artículos sobre nuestra comunidad será incluida en la sección “Yo También Cuento” dándonos la oportunidad de conocer más sobre la comunidad israelita. Como les he contado, mi trabajo durante este estudio esta basado en la historia oral, o sea, los testimonios de cada uno de ustedes. Con sus historias orales, textos antiguos, y memorias escritas cada día intento de entender más sobre la vida judía salvadoreña.


Esta semana, les escribo sobre mis propios abuelos, Ernesto Reich y Wilma Bloch de Reich. Wilma nació en la ciudad de Posen en lo que era Alemania. Era la menor de cuatro hijos (Maja, Max, Alfred, Wilma). Sus papas, Henry y Paula eran muy dedicados a sus hijos y mi abuela me contó una historia inolvidable para darme un ejemplo de su manera de ser tan suave. Mi abuela siempre sacaba buenas notas en el colegio pero un día regreso a la casa con una mala nota. Cada examen requería la firma de un padre. Al ver la mala nota, Paula le regalo un dulce a su hija. “Una buena nota es el regalo en si… Sé que siempre intentas de hacer lo mejor posible y en este momento, mereces algo especial por tus esfuerzos.”

La familia se trasladó a Berlín pero cuando los Nazis echaron a todos los estudiantes judíos de las universidades nacionales, Wilma se fue a vivir con su hermano Max, nuera Liza, y su pequeño hijo Tommy en Ámsterdam. En Ámsterdam también vivía Maja con su esposo Georg, con sus dos hijos Walter y Peter. Max era buen amigo de Enrique Guttfreund. Esta conexión es sumamente importante y pronto veremos porque.

Durante este tiempo, mi abuelo Ernesto trabajaba junto con otros solteros judíos entre ellos Enrique Guttfreund. Nacido en Breslau, Ernesto quería tener su propia aventura y se fue a América Latina en 1921 para trabajar para su cuñado, Don Eugenio Liebes en la Compañía Goldtree Liebes. A principios de 1938, Ernesto se dio cuenta que las cosas en Europa no estaban nada estables y con su pasaporte salvadoreño, viajo a Europa con la idea de visitar sus parientes en Breslau. También hizo escala en Ámsterdam para visitar amigos. Además, Enrique Guttfreund le había pedido que visitara a su amigo Max Bloch.

Estando en Ámsterdam, Ernesto toco la puerta del apartamento de la familia Bloch y quien contesto? Wilmita, la hermana de Max! Allí empieza la historia de mis queridos abuelos. Ernesto disfruto de una cena con la familia pero tenia que viajar a Breslau para visitar su propia familia. Ernesto tomo el tren hacia Alemania y se dio cuenta inmediatamente que la situación era muy peligrosa. Pasó unos días con su mama y hermanas (su hermano y papa habian fallecido años antes) y luego regreso a Ámsterdam. Al llegar a Ámsterdam, Ernesto se comunico con Don Eugenio Liebes y su hermana Irma de Liebes, sobre las condiciones de la familia en Alemania. Juntos obtuvieron las visas para mover a esta parte de la familia a El Salvador.

Entre tanto le quedaban dos semanas a Ernesto hasta que saliera su barco para América Latina y el tomo este tiempo para conocer la linda Wilma Bloch. Antes de irse, él le pidió que ella lo esperara. Después de su “si!” mi abuela regreso a su familia para contarles las noticias. Su hermano y nuera tenían sus dudas de que este soltero iba a mandar por ella desde el otro lado del mundo. Tres meses después, llego una carta desde San Salvador.

La carta contenía estas direcciones:
1. Vaya al consulado para obtener su visa que la esta esperando.
2. Con esta visa en mano, váyase a la oficina del barco “Criijnsen” y compre un boleto para cualquier puerto en Latinoamérica.

Al llegar a la oficina para comprar su boleto, Wilma encontró cientas de personas ansiosamente intentando comprar pasajes para salir. Hablando con el representante mi abuela calmadamente explico su situación y el señor respondió: “Señorita, todos los pasajes del barco han sido vendidos desde hace seis meses.” En este momento, el señor tuvo que contestar el teléfono y mi abuela empezó a salir de la oficina.

“Señorita! Espere! Espere!”

Mi abuela regreso.

“Hace dos minutos, una señora en Paris cancelo su pasaje. Usted tiene el dinero para su pasaje y una visa válida-- quisiera venderle este boleto a Usted.”

Un milagro. Mi abuela regreso al apartamento de Max y su familia con las buenas noticias! En tres días, saldría de su querida Europa, muy lejos de su familia. Hablo por teléfono con su madre, Paula, la noche antes de viajar. La despidieron en Ámsterdam con una gran cena y el próximo día ella tomo su maleta, un sombrero, unos libros alemanes, y su boleto. Todos la llevaron al barco y al entrar a su cabina encontró un gran ramo de flores “Para la futura Wilma Bloch de Reich.”

Se despidieron y Wilma empezó el viaje que iba a traerla a San Salvador.

Wilma jamás volvió a ver la mitad de su familia.


Esta historia, bajo el nombre “Mosaicos: La Historia de su Vida” es parte de “Taking Root: Latin American Jewish Women,” una antologia editada por Marjorie Agosin.

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